La primera vez que vi una receta de bizcocho de calabacín hace algunos años no me llamó demasiado la atención. Me gusta mucho el calabacín, es de mis verduras favoritas, pero francamente, no lo acababa de ver como ingrediente de un bizcocho. Sigo bastantes blogs americanos y el pasado verano, coincidiendo con la temporada de calabacín, todos ellos publicaron una receta de bizcocho de calabacín, o pan de calabacín, ya que para los americanos este bizcocho es de los que ellos denominan panes rápidos (quick bread). Mejor dicho, todos publicaron la mejor receta, la receta definitiva o la única receta que harás a partir de ahora del bizcocho de calabacín. Ante semejante avalancha de recetas decidí darle una oportunidad al bizcocho de calabacín y descubrí lo equivocada que había estado por no hacerlo antes. Es un bizcocho riquísimo, húmedo y jugoso. La presencia del calabacín se nota en la humedad y en los puntitos verdes que motean la miga, pero no temáis, el bizcocho no sabe a verdura, tiene un sabor estupendo.
Los bizcochos que incluyen verduras entre sus ingredientes se pusieron de moda en los años 70, muchas veces etiquetados como repostería saludable. Francamente, yo creo que el hecho de añadir una verdura a un bizcocho no lo convierte automáticamente en saludable. Para estar ricos y jugosos los bizcochos necesitan humedad, que habitualmente se incorpora por medio de huevos, leche y aceite o mantequilla, que además de humedad aportan bastante grasa. Al incorporar frutas o verduras, como el calabacín en este caso, ya estamos añadiendo mucha humedad al bizcocho, con lo que se puede disminuir la cantidad de ingredientes grasos. Además este tipo de bizcochos suelen prepararse con aceite vegetal (oliva o girasol), que son grasas más saludables. Esto hace que sean un poco más sanos que otros bizcochos, al tener menos grasa, pero sigue siendo un bizcocho, con su montoncito de grasa y azúcar extra en nuestra dieta. Que lleve calabacín no puede ser en ningún caso una excusa para zamparse medio bizcocho pensando que estamos comiendo verdura.
La receta es mezcla de varias que he ido viendo en la red, aunque está basada principalmente en la de smitten kitchen, un blog que me gusta mucho. Una de las cosas que más me gusta de su receta es que emplea una buena cantidad de calabacín generosa. Es curioso pero muchas de las recetas que he visto empleaban una cantidad de calabacín bastante exigua, sobre todo si la comparamos con la que cantidad de fruta que llevan normalmente los bizcochos de plátano o manzana, y además en muchos casos mezclado con manzana. En esta por el contrario el calabacín es el ingrediente más abundante. ¿El resultado de tanto calabacín? Una miga muy húmeda y jugosa que se conserva tierna muchos días.
El calabacín se añade a la masa del bizcocho rallado. Se emplea para ello la parte gruesa de un rallador, esa que normalmente no se usa para el queso. Al rallarlo se forman hebras largas y finitas, que se funden con el resto de la masa en el bizcocho horneado y no se notan. No pelo el calabacín nunca antes de rallarlo. Bueno, no lo pelo en ninguna receta. La piel del calabacín tiene una textura muy blandita y agradable en cuanto se cocina. La piel es la responsable de que aparezcan esas motitas verdes en la miga, que son la única prueba visible de la presencia del calabacín, ya que las hebras no son perceptibles una vez que se ha horneado. Se nota la fantástica humedad que dan al bizcocho, eso sí.
El bizcocho incluye una cantidad generosa de canela y nuez moscada. A mí son dos sabores que me gustan mucho y nunca me parece que haya demasiado de ninguno de los dos en una receta. Si no sois muy entusiastas de alguno de los dos pueden reducirse o incluso eliminarse. En caso de eliminarse totalmente yo añadiría un poco de ralladura de limón.
Si os gustan las nueces a este bizcocho le van muy bien un puñadito de nueces picadas.
Es un bizcocho muy húmedo, por lo que se conserva en perfecto estado durante casi una semana. La receta original recomiendo dejarlo en el molde, sin cubrir la parte superior para que no se humedezca la costra de azúcar de la superficie. Yo lo guardo siempre en una caja de metal grande. Es cierto que la capa de azúcar de la superficie se humedece, pero el bizcocho se conserva de maravilla hasta que desaparece la última miga. No suele aparecer en ninguna lista, pero una lata de metal grande es de los utensilios de repostería más útiles que podemos tener, ya que permite conservar bizcochos y galletas mucho mejor que los tuppers de plástico.
- 8-10 raciones. Un molde alargado de 30 cm.
- 350 gramos de calabacín (un calabacín grandecito).
- 300 gramos de harina de todo uso.
- 2 huevos.
- 120 ml. de aceite de oliva suave o de girasol.
- 100 gramos de azúcar blanquilla.
- 90 gramos de azúcar moreno.
- 1 cucharadita de canela.
- 1/4 de cucharadita de nuez moscada.
- 1 cucharadita de sal.
- 7 gramos (medio sobre) de levadura de repostería.
- 3/4 de cucharadita de bicarbonato.
- 2 cucharadas de azúcar para decorar la superficie.
- Aceite y harina para preparar el molde.
Precalentar el horno a 190 grados.
Preparar un molde alargado de unos 30 cm. de largo. Se puede untar con un poco de aceite y espolvorearlo con harina o bien forrarlo con papel antiadherente.
Lavar bien el calabacín y secarlo. Despuntar los dos extremos.
Rallar el calabacín sin pelarlo empleando la parte gruesa de un rallador.
Poner en un bol el calabacín rallado, los huevos, el aceite y los dos tipos de azúcar.
Mezclar con un tenedor o unas barillas hasta que esté bien combinado.
Añadir la canela y la nuez moscada. Remover para que que se distribuyan homogéneamente.
Poner en otro recipiente la harina, la sal, levadura y bicarbonato. Remover hasta que estén bien mezclados.
Incorporar la harina al primer bol con los ingredientes húmedos, pasándola a poder ser por un tamiz o un colador para airearla bien.
Mezclar lo justo para que no quede harina suelta, pero sin trabajar demasiado la mezcla.
Verter la masa en el molde que teníamos preparado.
Espolvorear la superficie con dos cucharadas de azúcar. A mí me gusta ponerla formando una línea en el centro, pero también se puede distribuir por toda la superficie.
Poner el molde en la parte central del horno sobre, una rejilla.
Hornear durante unos 60 minutos, hasta que al insertar un palillo en el centro salga sin masa pegada. Cuidado al probar si están cocidos este tipo de bizcochos porque son muy húmedos y el palillo no va a salir nunca completamente seco.
Dejar enfriar el molde sobre una rejilla.
Normalmente los bizcochos se desmoldan tras dejarlos reposar un ratito, así evitamos que se condense la humedad dentro del molde y se humedezcan. En esta receta sin embargo se recomendaba dejar el bizcocho destapado dentro del molde toda la noche o hasta 24 horas. Yo suelo levantar el bizcocho con el papel para comprobar que no se ha pegado y luego lo dejo reposando en el molde hasta que se enfría del todo. Me gustó el resultado y no he probado a desmoldarlo nunca inmediatemente.
Desmoldar con cuidado para no romper la costra de azúcar de la superficie.
Servir cortado en rebanadas.
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